miércoles, 11 de enero de 2012

MUESTRA POÉTICA DE EDUARDO CHIRINOS Y JUAN FELIPE ROBLEDO

Compilación: Liliana Gastelbondo Bernal[1]




EDUARDO CHIRINOS



This World is half the devil´s and my own
DYLAN THOMAS

¿Y qué harás con tu castillo y tus torres, Eduardo, Eduardo?
Balada tradicional escocesa

Te has arrodillado desnudo en la losa
y has observado largamente tu propia mierda, Eduardo, Eduardo,
luego de tres días sin comer has vaciado tu cuerpo
y lo has visto como a un manso animal descansando al borde de la carretera.
Estás desnudo, Eduardo, Eduardo, has acariciado torpemente la bola de 
      cristal y nada has visto,
apenas un fragor de caballos quebrando la pista,
apenas tus huesos podridos flotando en el mar.
Estás solo, Eduardo, Eduardo,
ahora es el momento de cerrar los ojos y rascar con la uña la vana superficie
      del espejo, ahora es el momento
de romper medallas y escupir los retratos de la B. de Portinari.
Tus genitales señalan al sur, Eduardo, Eduardo,
la flecha impostora desvía bandadas de pájaros que equivocan el camino
y juntas las palmas de las manos hasta procurar el fuego;
así es el mundo, Eduardo, Eduardo,
el mundo que hace del amor un grito inescuchable,
el mundo que hace del amor una ventana rota.
La mitad del mundo es tuya y la otra del demonio, Eduardo, Eduardo,
mas la otra es una malla de cobre donde cuelgan las palabras
vacías como cajas de cartón en espera de ser utilizadas.
Has plagiado un verso, Eduardo, Eduardo,
te has inclinado ante tu propia mierda a desclavar estacas y volverlas a clavar,
te has observado inútilmente en el espejo
hasta saber que ahora es el momento de decir unas palabras.
No sea que despierte el manso animal que descansa al borde de la carretera
y lo atropellen.
Del libro Archivo de huellas digitales (1984)
Sermón sobre la muerte

Poor Ophelia,
All tose ghosts he never saw
Floating to doom
On an iron candle.
JIM MORRISON , Ode to L.A.

Luego del torbellino de polvo.
Luego del ciclo inacabado de la rosa,
luego del sueño que has soñado en una misma posición,
las flechas han errado en el blanco.

En los muros de una iglesia la palabra vida está borrada con estiércol.
En la ciudad se amontonan los cadáveres, las ratas
corren por el empedrado y disputan su presa con los perros.

Árboles que no dan sombra,
que no darán sombra jamás.
Conozco esas visiones,
el licor, algunas plantas, la fértil imaginación.

Cuántas cosas nos acechan cuando nos ronda la muerte.

Una mujer es arrastrada por el río,
florecillas enredan sus cabellos y sus manos
reposan enlazadas en el pecho. Sólo duerme,
ni una  mosca es atraída por la débil luz de este candil, ningún libro
distrae el corazón de una pena tan grande.

Hoy ha muerto alguien muy querido y ella está a  mi lado.
Ofelia es su nombre y sólo duerme
bajo la débil luz de este candil.

Del libro Rituales del conocimiento y del sueño (1986-1987)

Paul Klee

JUAN FELIPE ROBLEDO


Entre tanto
Va desgastándose el poema, su médula se seca y no sabe muy bien dónde lo
llevará este mediodía,
en los aleros zurean las palomas, parecen hacerlo por obligación,
los osos están muy lejos, y la miel no resbala de sus zarpas,
y cómo es la azarosa gratitud entonces una fortuna que nos va salvando
del hastío,
pues los corazones laten a pesar de los dolores que los han agobiado,
el día se encumbra y no podemos divisar las nubes al otro lado,
el sol brilla por momentos,
la alegría se oculta, se hace pequeña,
los legionarios atraviesan el desierto y ningún nombre los salva,
entendemos que es mejor orar, apenas como quien se da cuenta,
dejar brillar una palabra allá, en el último recinto,
y esperar su caricia torpe, su cercano dejarse estar,
oscuridad reducida la del pájaro que canta aunque no lo oigamos,
Y nos lleva un paso más allá, en medio del bosque que nuestro deseo aguardo.


A Juan David Correa

Empezaban las hojas a caer o no caían en absoluto,
y los corazones deseaban empezar de nuevo su labor,
una terca y cerrada dádiva buscaban,
la que no se da en los salones, la silenciosa.

Y era el tiempo una bola de papel,
una cansada manera de decir que estamos vivos
estábamos presos de la voz que decía: “¡Levántate!”.
Nuestras manos descansaban en el aire.

Es lenta la búsqueda y confusa y oscura,
la piedra filosofal no va a aparecer.
Los deseos se marchitan en este patio de naranjos.
A veces hay rostros que salvan la pesquisa, amados rostros de un minuto.

Las nubes bendicen a los tardos, a los que callan.
Es el día una lenta manera de decir: “Te quiero”
hay tinta que mancha los codos y el cielo se aleja, se aleja.
Conocemos lo fundamental en un callejón donde oímos un susurro:
“La lluvia cae y no conoce tu nombre, cae la lluvia que antes del tiempo
Te acaricio”.


[1] Artículo publicado en la revista Encuadre número 4  de 2007. Bogotá.

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